Catequesis del Papa Francisco
sobre la Resurrección de Cristo
Queridos hermanos y
hermanas: ¡Buenos días!

Esta breve confesión de
fe anuncia precisamente el Misterio Pascual, con las primeras apariciones del
Resucitado a Pedro y a los Doce: la Muerte y la Resurrección de Jesús son justo
el corazón de nuestra esperanza. Sin esta fe en la muerte y en la Resurrección
de Jesús nuestra esperanza será débil, ya no será ni siquiera esperanza. Y
precisamente la muerte y la Resurrección de Jesús son el corazón de nuestra
esperanza. El Apóstol afirma: "Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes
es inútil y sus pecados no han sido perdonados". (1Cor 15, 17)
Por desgracia, a menudo
se ha tratado de oscurecer la fe de la Resurrección de Jesús, e incluso entre
los propios creyentes se han insinuado dudas. Un poco una fe "al agua de
rosas", como decimos nosotros. No es la fe fuerte. Y esto por
superficialidad, a veces por indiferencia, ocupados por miles de cosas que se
consideran más importantes que la fe, o por una visión puramente horizontal de
la vida.
Pero es precisamente la
Resurrección la que nos abre a la esperanza más grande, porque abre nuestra
vida y la vida del mundo al futuro eterno de Dios, a la felicidad plena, a la
certeza de que el mal, el pecado y la muerte pueden ser derrotados. Y ello
lleva a vivir con mayor confianza las realidades cotidianas, a afrontarlas con
valentía y con empeño. La Resurrección de Cristo ilumina con una luz nueva
estas realidades cotidianas ¡la Resurrección de Cristo es nuestra fuerza!
¿Pero cómo se nos ha
transmitido la verdad de la fe de la Resurrección de Cristo? Hay dos tipos de
testimonios en el Nuevo Testamento: algunos son en forma de profesión de fe, es
decir, son fórmulas sintéticas que indican el centro de la fe; mientras que
otros están en forma de relato del evento de la Resurrección y de los hechos
relacionados con ella. La primera: la forma de la profesión de la fe, por
ejemplo, es la que acabamos de escuchar, o la de la Carta a los Romanos en la
que San Pablo escribe: "Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y
crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás
salvado."(10:09).
Desde los primeros pasos
de la Iglesia es clara y firme la fe en el Misterio
de la Muerte y Resurrección de Jesús. Hoy, sin embargo, quisiera centrarme en
la segunda, en los testimonios que toman la forma de un relato, que encontramos
en los Evangelios. Sobre todo observamos que los primeros testigos de este
evento fueron mujeres. Al amanecer, ellas van al sepulcro para ungir el cuerpo
de Jesús, y encontraron el primer signo: el sepulcro vacío (cf. Mc 16:01).
Sigue después el encuentro con un Mensajero de Dios que anuncia: Jesús de
Nazaret, el crucificado, no está aquí, ha resucitado (cf. vv 5-6). Las mujeres
son llevadas por el amor y saben acoger este anuncio con fe: creen, y de
inmediato lo transmiten, no lo tiene para sí mismas. Lo transmiten.
La alegría de saber que
Jesús está vivo y la esperanza que llena el corazón no se pueden contener. Esto
debería suceder también en nuestra vida ¡Sintamos la alegría de ser cristianos!
¡Nosotros creemos en un Resucitado que venció el mal y la muerte! ¡Tengamos la
valentía de ‘salir’ para llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de
nuestra vida! ¡La Resurrección de Cristo es nuestra mayor certeza; es el tesoro
más precioso! ¡Cómo no compartir con los demás este tesoro, esta certeza! No es
sólo para nosotros, es para transmitirla, para darla a los demás, compartirla
con los demás. Es nuestro testimonio.
Otro elemento. En las
profesiones de fe del Nuevo Testamento, como testigos de la Resurrección vienen
recordados sólo los hombres, los Apóstoles, pero no las mujeres. Esto se debe a
que, de acuerdo con la Ley judaica de aquel tiempo, las mujeres y los niños no
podían dar un testimonio fiable, creíble. En los Evangelios, sin embargo, las
mujeres tienen un papel primordial, fundamental. Aquí podemos ver un elemento a
favor de la historicidad de la Resurrección: si se tratara de un hecho
inventado, en el contexto de aquel tiempo no hubiera estado relacionado al
testimonio de las mujeres. Los evangelistas, en cambio, simplemente se limitan
a narrar lo que sucedió: las mujeres son los primeros testigos.
Ello nos dice que Dios
no elige según criterios humanos: los primeros testimonios del nacimiento de
Jesús son los pastores, gente sencilla y humilde. Y las primeras en ser
testimonios de la Resurrección son las mujeres. Y ello es bello, es un poco la
misión de las mujeres, de las mamás, de las abuelitas. Dar testimonio a sus
hijos y nietos de que Jesús está vivo, vive ha resucitado. Mamás y mujeres
¡adelante con este testimonio!
Lo que cuenta para Dios
es el corazón, cuán abiertos estamos para Él, si somos como niños que se fían.
Pero esto nos hace reflexionar también sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y
en el camino de la fe, hayan tenido y sigan teniendo aún hoy un papel especial
en el abrir las puertas al Señor, en seguirlo y en comunicar su Rostro, porque
la mirada de fe necesita siempre la mirada sencilla y profunda del amor.
A los Apóstoles y a los
discípulos les cuesta más creer, a las mujeres no. Pedro corre al sepulcro,
pero se detiene ante la tumba vacía; Tomás debe tocar con sus manos las heridas
del cuerpo de Jesús. También en nuestro camino de fe es importante saber y
percibir que Dios nos ama, no tener miedo de amarlo: la fe se profesa con la
boca y con el corazón, con las palabras y con el amor.
Después de las
apariciones a las mujeres, siguen otras: Jesús se hace presente de un modo
nuevo: es el Crucificado, pero su cuerpo es glorioso; no ha vuelto a la vida
terrenal, sino en una nueva condición. Al principio no lo reconocen, y sólo a
través de sus palabras y sus gestos los ojos se abren: el encuentro con el
Resucitado transforma, da un nuevo vigor a la fe, un fundamento inquebrantable.
También para nosotros, hay muchos signos con los que el Resucitado se da a
conocer: la Sagrada Escritura, la Eucaristía y los demás Sacramentos, la caridad, los gestos de amor que
llevan un rayo del Resucitado.
¡Dejémonos iluminar por
la Resurrección de Cristo, dejémonos transformar por su fuerza, para que,
también a través de nosotros, en el mundo los signos de muerte dejen lugar a
los signos de la vida!
He visto que hay tantos
jóvenes en la plaza, chicos y chicas, aquí están. Les digo: lleven adelante
esta certeza, el Señor está vivo y camina a nuestro lado en la vida. Ésta es la
misión de ustedes. Lleven adelante esta esperanza.
Estén anclados a esta
esperanza, esta ancla que está en el cielo. Sujétense fuerte a la cuerda, queden
anclados y lleven adelante la esperanza. Ustedes, testimonios de Jesús,
testimonien que Jesús está vivo y ello nos dará esperanza y dará esperanza a
este mundo algo envejecido por las guerras, por el mal y por el pecado
¡Adelante jóvenes!
Texto tomado de: www.aciprensa.com
Texto tomado de: www.aciprensa.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario